José Luis Ábalos, durante su comparecencia en la comisión de investigación del Senado.

José Luis Ábalos, durante su comparecencia en la comisión de investigación del Senado. Zipi Aragón Efe

Política COMISIÓN DE INVESTIGACIÓN

Ábalos 'hace el equipaje' de Delcy con senadores de PP y Vox: "Metan cocaína, oro e intenten despegar"

6 mayo, 2024 16:55

Hay un señor durmiendo a nuestro lado. Un senador grandote, de traje gris y pose de obispo. No damos su nombre porque a las doce del mediodía, en esa comisión de investigación que de nada sirve, representaba como nadie a los españoles. Ante algo así, solo cabía dormirse.

Se presentó José Luis Ábalos con una carpeta de plástico rojo, de esas que se compran en la papelería de abajo de casa. Hace unos meses, Ábalos era ministro y le regalaban los bolis y unas carpetas fantásticas, firmes y serigrafiadas.

Los únicos detalles rescatables de lo que ocurría eran escénicos. Las carpetas, el boli entre las manos; los fotógrafos amontonados a un metro de él como los corredores del encierro a la entrada de la plaza.

Porque tuvo razón Ábalos cuando se sentó y nos dijo a todos que las comisiones no sirven para nada. Va a declarar un tío –en este caso él– sobre un asunto todavía pendiente de juicio ante un puñado de senadores que apenas saben lo que han leído en los periódicos y lo que han visto en el sumario.

Pero no nos engañemos. Ninguno se había leído el sumario. Ni siquiera Ábalos lo había hecho al completo –confesión suya–. Así que un senador dormía mientras todos los demás eran arrollados por el exministro de Fomento. Desbaratar las acusaciones de alguien que ha estudiado dos tardes aprisa y corriendo resulta sencillo.

Nunca se desarrollará en igualdad de condiciones la batalla entre alguien que se juega su inocencia y alguien que se juega un rato de telediario.

Cuando sucede de esa manera, se invierte la pirámide. El que acude como presunto corrupto acaba dando clases de derecho a los investigadores. Sólo ante la ignorancia podía trenzarse un relato como el que iba trenzando Ábalos: la historia de cómo Koldo, un portero de prostíbulo, acabó de consejero en Renfe Mercancías. Todo tenía sentido y hasta nos entraban ganas de agradecerle que también contratara a su mujer.

Entonces, ocurrió. Un Ábalos del todo desatado logró incluso despertar a nuestro vecino durmiente. Las cosas podrían haber sucedido de otra manera, pero sucedieron así.

Estábamos hablando de Delcy, la vicepresidenta venezolana, que llegó aquella noche a Barajas sin poder pisar suelo español –está sancionada por la Unión Europea– y fue recibida por Ábalos y Koldo.

Sabiéndose indemne de la comparecencia, transformado en Carlos Sobera, Ábalos hizo de los senadores de PP y Vox concursantes del mítico 50x15. Era una mezcla de concurso de preguntas con clases de bricomanía.

Sacaron a relucir en PP y Vox las maletas de Delcy, ésas que según algunos medios de comunicación circularon por el aeropuerto esa noche. Ábalos dijo que las maletas eran un bulo, que no existieron. Y, como los senadores sólo sabían la cosa superficialmente, no pudieron rebatirle más que con alguna portada.

Pero Ábalos, como en 'El Hormiguero', parecía haber llegado para divertirse. Invitó a los dos senadores a coger "una maqueta" del avión en el que llegó Delcy. Les dijo que, teniendo en cuenta su tamaño, lo llenaran de tantas maletas como, según ellos, portaba la vicepresidenta.

Les invitó, además, a llenar a su vez esas maletas con "oro, cocaína y dólares". Finalmente, les arrojó a la prueba final: "¡Intenten despegar y cruzar todo el charco!". Era, como decía Ábalos, un ejercicio que escapaba "a toda lógica racional".

Igual que, por otra parte, lo que pasó esa noche: que Ábalos fuera con Koldo y no con el coche oficial a Barajas, que estuviera allí Aldama de casualidad porque se lo encontró en el parking, que el entonces ministro fue simplemente para decirle a Delcy que no pisara tierra y que todo eso respondía a "una misión diplomática" que le encargó la ministra de Exteriores al estar ella fuera.

Como la política en general escapa a la lógica racional, no descartamos que, esta misma tarde, una delegación de diputados de PP y Vox, prestos a derrotar la teoría de Ábalos, se hagan con un cargamento de oro y cocaína, alquilen un avión y crucen el charco. "¡Mira cómo se podía, José Luis! ¡Culpable!".

Se indignó el senador del PP ante las maletas y la coca. "¡Es una trama de armas!", gritó. Y Ábalos, dueño de la situación, preguntó: ¿a qué se refiere? Pues a que aparecen armas relacionadas con Aldama, según la UCO. Ábalos, se nota que es hijo de torero, siguió poniendo banderillas: "¿Cuántas armas?".

Y empezó de nuevo el programa: "No sé cuántas, cuarenta, no sé, qué más da, ¿le parecen pocas?". ¿Cuántas armas son pocas o muchas para Ábalos?

Tan inverosímil como el ejercicio de coca-bricolaje fue que Koldo llegara al despacho de Illa sin ir de parte de Ábalos, que Koldo apañara todos esos contratos sin tener "capacidad resolutiva", que Koldo y su mujer hicieran pagos personales de Ábalos y que Aldama fuera un tipo que, en medio de la noche, emergía en los aparcamientos.

Ábalos se apareció nervioso en el arranque pero, al testar la inofensividad de sus inquisidores –uno de ellos confundía continuamente a la UCO con la OCU–, sacó a pasear un personaje que podríamos definir como el Jep Gambardella de Sorrentino. Cínico, derrotado, individualista, sin nada que perder.

Fue Óscar Puente el que giró en una compañía de teatro por muchas ciudades de España y algunas del extranjero, pero Ábalos no le anda a la zaga en la interpretación. Juega con los graves, con los gestos y utiliza frases como de guion de Netflix. Se ha hecho a sí mismo un personaje. Tanto que una senadora de la oposición imitaba su entonación y sus frases. Nos fue de gran ayuda porque nos servía para apuntar lo que no nos daba tiempo.

Pónganse en situación. Imaginen a Ábalos en nuestro House of Cards particular con estas frases que regaló en la comisión del Senado:

-A mí sólo me queda defender pocas cosas, pero muy importantes: la democracia, la justicia y los derechos.

–¿A quién le tocó la lotería de ser el objeto de la ejemplaridad? A mí.

–Me llamaron personas a las que no conocía. Me decían: "No dimitas, José Luis, o serás un cadáver".

–¿Saben ustedes lo que me sostiene? La calle.

–La normalidad es como la amistad. No es un término absoluto. Es algo que se vincula con los ambientes.

–No me alcanza la vida para poner tantas demandas.

Hombre, luego hubo, por qué no decirlo, bastantes chorradas que bajaron el nivel. Porque Ábalos no es un profesional de esto. Ha ido reciclándose en antihéroe desde que juega solo, a la defensiva y se compra las carpetas en la copistería de abajo de casa. Estas tres frases de catequista se las hubiera tachado Iván Redondo.

–Los proyectos colectivos se construyen sobre los derechos de las personas.

–La ejemplaridad consiste en cumplir las normas y hacerlas cumplir.

–No puede haber una ética grupal, la ética nos debe incluir a todos.

Lo más crudo de todo lo que dijo Ábalos, lo único que nos sirvió para algo más que para el divertimento y el despertar de un senador dormilón, fue su descripción de la política. Del sistema. Un aparato que sirve para colocar a amigos de confianza y también a sus mujeres y familiares.

¿Cómo no iba a contratar a la mujer de Koldo en el ministerio –nos dijo Ábalos– si era la única manera de que Koldo se quedara en Madrid? Luego contrataron también al hermano Joseba, pero dijo que fueron otros, que no fue él.

Alguien que justifica eso en público sin más miramientos es alguien que no aspira más que a defender su condición de inocente en términos penales. Alguien que se sabe muerto políticamente. Alguien también capaz de decir, con una carcajada, que tiene "vena liberal"... después de haber auspiciado los pactos con todos los nacionalistas.